Narra ________:
Di media vuelta y me fui, no quería tener nada que ver con el desorden que había en nuestra habitación en esos momentos. No sabía donde ir, primero pensé en ir al restaurante del hotel a comer algo ya que el medico me había dicho que lo hiciera, pero yo no tenia hambre, así que di vueltas por el hotel mientras veía pasar a personas que debían ser famosas.
No tenia nada en contra de esos cinco chicos que ahora mismo estaban en nuestra habitación, a penas los conocía y aún no me había a prendido sus nombres; no han desordenado con mala intención, imagino que solo se divertían. A mi también me gustaría divertirme como ellos, desordenando, rompiendo, ensuciando... Pero no podía, era una maniática del orden. Sabía divertirme de otras maneras como... Leyendo, viendo películas y... Oh dios, era una aburrida... Imagino que esa era una de las razones por las que no tenía amigos ni amigas. Excepto Sam, claro está, no se que habría hecho sin ella. Y ya que había acudido Sam a mis pensamientos, recordé que a las seis teníamos que ir al plató. Miré mi reloj y vi que quedaban 45 minutos y decidí volver a la habitación. Miré a mi alrededor, estaba en un largo pasillo, las paredes eran de un papel pintado en tonos beige, y el suelo estaba cubierto de una moqueta burdeos. Seguí andando hasta que llegué al ascensor. Sin darme cuenta habia llegado hasta el piso 9 andando, y eso que Sam y yo nos hospedábamos en la primera planta. El ascensor bajó rápido y yo fui a mi habitación.
Abrí la puerta y Sam estaba tumbada en la cama leyendo una revista de moda mientras comía gusanitos.
-________, lo siento yo... - la corté y me senté en mi cama
-No te preocupes Sami, no pasa nada. Solo os divertíais, nada mas, soy yo la que siente haberos cortado. Gracias por ordenar- dije con una sonrisa
-No te enfadas?- dijo asombrada
-No, no hay problema- dije mientras le sonreía, y ella me devolvió la sonrisa- queda media hora para irnos no?
-Si, así es, yo ya estoy arreglada, ahora me toca arreglarte a ti en un tiempo recor
Es verdad que estaba arreglada, e iba muy guapa. Vestía un vestido negro muy elegante que resaltaba sus cadera y una tacones del mismo color con la plataforma roja; un poco excesivos para mi gusto, pero imagino que es algo normal, ella es famosa y debe destacar. En su pelo castaño de rizos perfectos resaltaban sus californianas rubias y en su pálido rostro el color rojo de sus labios era el protagonista.
-Yo ya estoy arreglada. Yo no necesito vestirme elegante, no soy la que va a pasar por la alfombra roja ni la que se va a subir al escenario
-En lo segundo tienes razón, no vas a subir al escenario. Pero eres mi acompañante y debes pasar conmigo por la alfombra roja.
-Que?- mi rostro palideció y mis ojos se abrieron como platos
-No lo sabias? Bueno, ya lo sabes, así que a arreglarse ahora mismo
A arreglarme? Como me iba a arreglar? Si yo no tenía vestidos tan elegantes ni modelitos tan caros como los suyos. Mi pequeño armario consistía básicamente en un par de pantalones y camisetas y unos tenis viejos (exageradamente hablando)
-Pe... Pero como me voy a arreglar Sam? No tengo vestidos y nada elegante- dije preocupada
-Yo te dejo algo, sigues teniendo la talla M verdad?
-No... Tengo la S- Samantha abrió mucho los ojos, sorprendida ante mis palabras. Por qué se asombraba tanto? La talla M siempre me había quedado un poco grande.
-Bu... Bueno, veremos que hacemos
Tras varios intentos conseguimos algo de ropa. Con unos pantalones largos negros que traía yo, una camisa blanca sin mangas de Sam y unos tacones del mismo color hicimos el conjunto. Pulseras y collares sencillos y discretos en tonos dorados le añadieron un toque femenino y elegante. Sam se hizo cargo de mi larga y lisa melena castaña. A falta de tiempo la recogió en una coleta alta con una raya en el medio; quedaba francamente bien a pesar de ser una simple coleta. Un poco de laca y peinado listo. Quedaban unos 10 minutos escasos, pero los suficientes para maquillarme. Sacó un gran estuche con pinturas que yo jamás había visto. El único maquillaje que mis ojos habían visto era el carmín rojo de mi madre, pero Sam tenía mucho mas que eso. Cuando acabó de ponerme potingues sobre la cara parecía otra persona totalmente diferente. La sombra de ojos negra que ocupaba la mayor parte de mi párpado móvil fue lo que más me llamó la atención. Jamás me había sentido tan especial.